A fines de 2009, El Salvador comenzó el proceso de creación de una medida de pobreza multidimensional. Un tema central fue la definición de las dimensiones constitutivas del Índice de Pobreza Multidimensional. ¿Cómo elegir las dimensiones que mejor reflejaran lo que la sociedad salvadoreña considera como partes centrales de la pobreza? El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) de El Salvador y la organización Techo, con el apoyo de la Secretaría Técnica y de Planificación (STPP) de la Presidencia de la República, llevaron a cabo una serie de 23 grupos focales en distintas zonas del país donde le preguntaron a personas viviendo en situación de pobreza lo que significaba la pobreza, las dimensiones que la componían y las estrategias que utilizaban para sobrevivir.
A partir del análisis de grupos focales se identificaron las principales carencias desde la perspectiva de las personas. Se establecieron 5 dimensiones y 20 indicadores que actualmente forman parte de la medición de la pobreza multidimensional. La serie de grupos focales fue determinante en la definición de las dimensiones y los indicadores del Índice de Pobreza Multidimensional[1].
Eligiendo las dimensiones
El proceso de definición de las dimensiones del Índice de Pobreza Multidimensional de El Salvador (IPM-ES) comenzó con una discusión sobre el tema por parte del Consejo Asesor presidido por la STPP de El Salvador y el PNUD donde, sobre la base de su experiencia, se listó una serie de dimensiones o componentes deseables para una medición de la pobreza multidimensional. Un segundo ejercicio consistió en identificar dimensiones a partir de lo que la literatura sobre pobreza generalmente proponía, considerando informes como los de la Comisión Sen-Stiglitz-Fitoussi[1] e indicadores ya probados, tales como los contenidos en los Objetivos de Desarrollo del Milenio.
En el Consejo se llegó al consenso de que era necesario hacer un primer ejercicio con los datos disponibles en el país. Teniendo esto en mente se analizaron las encuestas existentes para identificar qué era medible de todo lo mencionado. Se revisó principalmente la Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples (EHPM), ya que se trataba de la encuesta anual con mayor nivel de representatividad. Sin embargo, esta encuesta contaba con buena información únicamente para tres dimensiones: el mercado laboral, materiales de la vivienda y servicios básicos, y educación, dejando de lado otros temas importantes como la salud o la seguridad. Había una brecha entre los componentes deseados para un IPM más allá de estas tres dimensiones básicas y lo que las encuestas de hogares podían entregar en términos de los datos.
Existía una brecha de información la que sólo era posible subsanar modificando y añadiendo preguntas a la EHPM, para lo cual había recursos y voluntad política. La pregunta que surgió fue, ¿cuáles dimensiones había que incluir en la encuesta? En este momento se decidió impulsar un proceso consultivo con la población viviendo en situación de pobreza.
Estudio cualitativo
Entre agosto y septiembre de 2012, el PNUD en conjunto con la organización Techo llevó a cabo una serie de 23 grupos focales o mesas de consulta con habitantes de 20 comunidades viviendo en pobreza. De los 23 grupos focales, en 20 participaron personas adultas (18 años y más) y los otros 3 fueron grupos especiales: niños, líderes comunales y mujeres. En total, colaboraron alrededor de 250 personas.
La identificación de las zonas se hizo a partir del Mapa de Pobreza y Exclusión Social, herramienta que sirvió para definir los asentamientos y hogares precarios en mayor situación de vulnerabilidad.
Se eligió implementar un estudio cualitativo porque se buscaba entender el fenómeno a partir de las propias explicaciones de las personas viviendo en situación de pobreza. Los estudios de este tipo no pretenden ser estadísticamente significativos sino que están orientados a reconocer la mayor cantidad de representaciones sociales y las diferentes realidades, las particularidades entre el área urbana y la rural, entre mujeres, niños, zonas del país, y adultos mayores, entre otras. Se identificaron aproximadamente 30 realidades diferentes a partir de estos grupos.
Uno de los factores que facilitó el proceso, fue el trabajo con la organización Techo, quienes ayudaron a llevar a cabo los grupos. Esta organización se dedica a realizar trabajo comunitario en sectores vulnerables de El Salvador, lo que facilitó el trabajo porque sus miembros ya contaban con la confianza de los habitantes de las diferentes poblaciones vulnerables. Ese trabajo comunitario permitió que las personas no se sintieran intimidadas al conversar y hablar sobre su vida.
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