Es un gran honor y un placer estar aquí hoy y colaborar a dar la bienvenida a la nueva y mejorada versión 2018 del Índice de Pobreza Multidimensional.
Me gustaría reconocer especialmente el trabajo extraordinario de mi amiga Sabina Alkire, quien se ha dedicado a estos indicadores desde el principio y ha tenido que enfrentar no solo los desafíos intelectuales y de medición, que son muy considerables, sino también a lo largo de los años, ha superado una gran cantidad de frustraciones. A ella, a sus colaboradores, así como al PNUD, se les debe felicitar por su importante contribución a las estadísticas mundiales y a la medición de la pobreza mundial.
También tenemos una deuda con Amartya Sen, quien ha insistido durante muchos años en que los economistas estaban equivocados cuando medían el bienestar y la pobreza con un enfoque exclusivo en los ingresos. Eso parece un lugar común ahora, pero no lo era hace 20 o 30 años.
Finalmente, también me provoca un placer agridulce hacer eco de lo que acaba de decir Sabina y ver que el informe está dedicado a Sir Tony Atkinson, quien dedicó gran parte de su vida a pensar en la pobreza y apoyó firmemente estos esfuerzos.
Tengo cuatro puntos breves que me gustaría destacar hoy. El primero es sobre lo que considero el problema de la correlación. Aquí es donde las medidas multidimensionales muestran una ventaja clave sobre la alternativa, lo que podríamos considerar como un tablero de medidas, uno para el nivel de vida, otro para la educación, otro para la salud, etc. Un tablero analiza cada tema, uno a la vez, presentando una medida resumida de cada uno: la tasa de recuento de pobreza según los ingresos, la tasa de mortalidad infantil, la proporción de niños que no leen, y así sucesivamente. El problema con este enfoque es que, en el mundo real, las privaciones en diferentes áreas se correlacionan positivamente entre sí. Por lo general, son las mismas personas que carecen de recursos, quienes también carecen de educación, o saneamiento y del agua potable que los protege contra las enfermedades infecciosas. El tablero de medidas omite por completo este tipo de agrupaciones. Un mundo en el que las personas que están enfermas no son ricas ni pobres, o las personas que carecen de educación tienen la misma capacidad de participar en los asuntos civiles, sería, en muchos aspectos, un mundo mejor que el que vivimos, y un tablero no puede decirnos en qué mundo estamos.
Ella [Sabina Alkire], a sus colaboradores, así como al PNUD, se les debe felicitar por su importante contribución a las estadísticas mundiales y a la medición de la pobreza mundial.
Por supuesto, la construcción de medidas multidimensionales reales plantea un inmenso desafío de medición y los tableros resultan mucho más fáciles. No podemos obtener de un lugar los datos relacionados con los ingresos, y los de salud de otro, tenemos que tener información que nos permita analizar al mismo tiempo todas las dimensiones para cada persona. Esta información es mucho más dispersa que la necesaria para conformar un tablero, y esos datos no siempre son los ideales para cada una de las dimensiones, pero al menos para mí, los beneficios de poder manejar las carencias de manera correlacionada son lo suficientemente importantes como para que los sacrificios valgan la pena. Y, por supuesto, siempre tenemos el tablero como un recurso complementario.
El segundo punto hoy es sobre India y el extraordinario progreso que ha logrado en la última década. En 2009, mi amigo Jean Drèze y yo escribimos sobre nutrición y estado nutricional en India, y aunque estábamos bastante seguros de que la situación de los pobres en ese país estaba mejorando, el progreso era demasiado lento y el bajo peso para la edad (una medida de la delgadez en los niños) en realidad había empeorado entre finales de la década de 1990 y 2005/2006.
Recién en enero de 2012, el Primer Ministro Manmohan Singh declaró que el problema de la desnutrición infantil era “una vergüenza nacional”. El asombroso progreso en la última década, especialmente para los niños, es uno de los mayores triunfos del desarrollo humano y económico. Como deja claro el informe, todavía queda un largo camino por recorrer antes de que se elimine la pobreza multidimensional en India, especialmente para hombres, mujeres y niños que viven en el campo. Pero al menos por hoy, vale la pena celebrar a los 271 millones de personas que escaparon de la pobreza multidimensional en la década posterior al 2005/06.
Para el tercer punto, permítanme volver brevemente a la metodología. Como sus críticos han señalado, hay cierta arbitrariedad en la ponderación y en la suma de las fracciones que están privadas en las diferentes dimensiones. Las diferentes decisiones sobre estos asuntos darán respuestas diferentes. Clasificarán a los países de manera distinta, uno respecto del otro, y cambiarán los resultados sobre quién está progresando más o menos a lo largo del tiempo.
El problema de fondo aquí, por supuesto, es que no hay una manera universal de agruparlos. Algunas personas ponen la salud antes que el ingreso, mientras que otras, llamadas economistas, generalmente quieren poner los ingresos antes que todo lo demás. Esta arbitrariedad a veces se contrasta con la teoría elegante y completa que apoya el uso de las medidas de pobreza que usan el dinero como su única métrica, pero eso es un error grave.
Las métricas monetarias estándares que calculan la pobreza global, por muy útiles que sean, también son arbitrarias, aunque de una manera diferente. Pienso en particular en el talón de Aquiles de todas las medidas de pobreza basadas en la métrica monetaria: es que necesitan índices de precios para convertir las cantidades de dinero, que son relativamente fáciles de medir, en el poder de compra real que necesitamos. Este es un problema incluso dentro de los países, donde las disputas sobre los índices de precios han ensombrecido la medición de la pobreza, incluso para las estimaciones nacionales en los Estados Unidos, por ejemplo. Pero es cuando tenemos que convertir rupias, yuanes y chelines o pesos en medidas comunes de poder adquisitivo, que realmente nos encontramos con dificultades.
Los índices de precios apropiados aquí son las tasas de cambio de paridad de poder adquisitivo, o PPA, y medirlos con precisión ha sido un problema no solo por cuestiones técnicas de medición de precios, sino también por cuestiones conceptuales sobre qué es lo que estamos tratando de medir en primer lugar. Soy el presidente del grupo asesor técnico del Programa de Comparación Internacional (PCI), que produce estos índices de precios, y estoy extremadamente orgulloso de nuestro trabajo y lo defenderé ante cualquiera. Pero, y este es un pero bastante grande, realmente no hay manera de comparar los niveles de vida reales de las personas muy pobres en diferentes países del mundo, cuando compran bienes radicalmente diferentes. En verdad no hay manera de comparar un pobre en Bolivia que come quinua con un etíope que consume teff. El PCI “resuelve” tales problemas, pero solo haciendo suposiciones arbitrarias que no son mejores ni peores que las presentes en los índices multidimensionales. Todo tiene su precio.
Finalmente, permítame ser un poco polémico y llegar a mi cuarto y último punto. En ocasiones como ésta, no importa cuánto demos la bienvenida al nuevo bebé y felicitemos a sus padres, es costumbre pedir un poco más y permítanme hacerlo. Para mí, una de las mayores ventajas de los ODS sobre sus predecesores, los ODM, es que los primeros, a diferencia de los últimos, abarcan al mundo entero, no solo a los países pobres del mundo.
Incluso ahora el Banco Mundial calcula su medida de pobreza de $1,90 por día para los países ricos, incluido Estados Unidos. Y los resultados han sido polémicos y reveladores. En particular, cuando utilicé mi propia línea de pobreza de 4 dólares por persona en los países ricos, que creo que es el equivalente a 2 dólares diarios en los países pobres, las tablas del Banco Mundial muestran que hay 5.3 millones de personas que eran pobres globalmente en el sentido del Banco Mundial en Estados Unidos, 5.3 millones de personas. Hay más personas pobres en el sentido global en Estados Unidos que en Senegal o en Nepal, y la tasa de pobreza en Estados Unidos es casi idéntica a la de China, a pesar de que Estados Unidos tiene un PIB per cápita que es tres y medio veces más grande. Nada de esto es cierto para otros países ricos en la OCDE. Estados Unidos tiene un grave problema de pobreza profunda.
A fines del año pasado, por invitación del gobierno de Estados Unidos, el Relator Especial de la ONU, Philip Alston, examinó la pobreza extrema en Estados Unidos. Informó de sus hallazgos al Consejo de Derechos Humanos de la ONU en junio de 2018. El informe es terrible, y documenta las insólitas profundidades de la pobreza en algunos lugares de Estados Unidos: personas que duermen en tiendas de campaña en las calles de Los Ángeles, personas por cuyos patios corren aguas residuales sin tratar porque las autoridades locales se niegan a prestar esos servicios, y el uso generalizado, en muchas ciudades en Estados Unidos, de multas y confiscaciones, impuestas a personas pobres, que muchos pueblos y ciudades están utilizando para financiarse. La guerra contra la pobreza se ha convertido en una guerra contra los pobres, lo cual es una manera indirecta de decir que creo que es una cuestión urgente extender el trabajo sobre pobreza multilateral a Estados Unidos, y ayudar a los estadounidenses a comprender el mal que le están haciendo a sus ciudadanos más pobres.
Este artículo fue publicado en Revista Dimensiones 6 (pdf). Original en inglés. Traducido por Adriana Latrónico (UNV).
▪ “Reiniciando el IPM global” por Usha Kanagaratnam
▪ “Índice de Pobreza Multidimensional: Repensando la medición, mejorando la gobernanza” por Luis F. López-Calva