La Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible es uno de los acuerdos más amplios que los países han generado en las últimas décadas. La agenda abarca metas relacionadas con desigualdad, violencia, medio ambiente y mortalidad por enfermedades no transmisibles, entre otros temas de gran importancia para el desarrollo global. También busca el logro de objetivos para garantizar el acceso a una fuente de agua limpia, a saneamiento adecuado, electricidad e internet.
Adicionalmente, por primera vez se genera un acuerdo global para reducir la pobreza en todas sus dimensiones, dando así la oportunidad de medir y analizar la situación de pobreza de las personas desde una perspectiva multidimensional.
El camino hacia el cumplimiento de la Agenda 2030 no ha sido fácil. A pesar del entusiasmo de los países y de diferentes organizaciones internacionales, en la práctica, la implementación de una agenda amplia y ambiciosa ha tenido retos diversos.
En primer lugar, es importante reconocer que la Agenda no es un acuerdo técnico, sino un acuerdo político. Esto implica que no es clara la metodología para implementar los 17 objetivos y las 169 metas. Adicionalmente, aunque los ODS son un gran camino hacia el desarrollo, es imposible que todos los países tomen los mismos pasos para su consecución. Por ejemplo, países como Somalia, Noruega, India y Paraguay están en diferentes fases de desarrollo, con historias, instituciones, recursos y, especialmente, prioridades distintas.
Otro reto importante se relaciona con el hecho de que los países y las instituciones internacionales tienen recursos financieros y humanos escasos, por lo cual, la priorización de las metas y objetivos se vuelve fundamental.
Finalmente, un reto muy importante se relaciona con las interrelaciones entre objetivos y metas; muchas veces la consecución de una meta afecta a otra, lo cual no ha sido fácil de incorporar en el proceso de la Agenda 2030.
Estos retos de implementación han sido difíciles, pero desde inicios del 2020 se añadió un reto adicional: la pandemia por COVID-19, declarada por la Organización Mundial de la Salud el 11 de marzo 2020. La pandemia ha afectado a todos los países, con más de 7 millones de personas infectadas a la fecha (junio 2020) y más de 400 mil muertes a nivel mundial. Por primera vez, en los últimos 100 años, el mundo enfrenta un reto de esa magnitud y países de bajo, mediano y alto ingreso y desarrollo se han visto obligados a instaurar medidas para contener la expansión del virus y evitar que los sistemas de salud colapsen de manera inmediata.
Las medidas de contención y de aislamiento social han ayudado al control del número de casos de infectados por COVID-19 y a la disminución de la mortalidad y morbilidad por esta enfermedad. Sin embargo, han tenido efectos negativos sobre la población en general, afectando a todos los hogares, incluidos los más pobres y vulnerables, en los cuales la implementación de estas medidas dejó sin ingresos a muchos de estos e incrementó el riesgo de pobreza de muchos otros.
Nuestra sugerencia es que el análisis de pobreza desde una perspectiva multidimensional sea el punto de entrada hacia la Agenda 2030.
La pandemia por COVID-19 no solo colocó un alto nivel de presión sobre los sistemas de salud, de por sí precarios en algunos países, sino también dejó al descubierto la debilidad de los sistemas de protección social y las inequidades ya existentes. De esta forma, para muchos países, especialmente aquellos de bajo y mediano ingreso, el desarrollo de mediano y largo plazo se convirtió en la supervivencia del siguiente mes, por lo que es posible que sea tentador para los países hacer a un lado, momentáneamente, la Agenda 2030.
Creemos, sin embargo, que ahora es más importante que nunca que los países y las instituciones internacionales se enfoquen de manera estratégica en los ODS. Nuestra sugerencia es que el análisis de pobreza desde una perspectiva multidimensional sea el punto de entrada hacia la Agenda 2030.
En primer lugar, porque el análisis de esta problemática, desde una perspectiva multidimensional, ha permitido el desarrollo de índices de pobreza multidimensionales, al igual que de vulnerabilidad, lo que ha permitido el análisis de grupos y regiones con altos riesgo de sufrir alta morbilidad y las consecuencias más severas de las medidas de contención. Por ejemplo, si una región tiene una población con altos niveles de privación en acceso a una fuente de agua limpia, o a combustible limpio para cocinar o tiene problemas de hacinamiento, es claro que las personas que viven en esta región presentan niveles de vulnerabilidad mayores ante COVID-19.
En segundo lugar, la medición de pobreza multidimensional, basados en el método Alkire-Foster, se genera pensando en las interrelaciones entre diversas dimensiones al interior del índice, con lo cual se puede hacer frente a los retos de interrelación siempre presentes, al tener objetivos múltiples en política pública.
En tercer lugar, es un hecho que en muchos países la pobreza aumentará ante la pandemia y que se perderá el progreso en desarrollo humano y económico logrado en los últimos años; por este motivo, la lucha contra la pobreza será una prioridad.
Finalmente, si los países se enfocan en reducir la pobreza multidimensional, que es la Meta 1.2.2 de los ODS, están ayudando en la implementación de la agenda en un sentido amplio, priorizando los recursos en un indicador que tiene la gran ventaja de que abarca varios objetivos y metas a la vez.
Por primera vez desde la fecha de publicación de los ODS, el mundo se encuentra en una situación en la cual es prioritario para todos los países garantizar el adecuado cumplimiento de la Agenda 2030, especialmente del acceso universal a los servicios de salud y el aumento de la cobertura de los sistemas de protección social, que han sido prioritarios para poder mitigar los efectos de COVID-19. También del acceso a una fuente de agua limpia y contar con una vivienda en buenas condiciones, fundamentales para poder garantizar que se cumplan las medidas de prevención de la infección, ya que hasta ahora han demostrado gran utilidad. Estas metas son parte importante de las mediciones de pobreza multidimensional en muchos países.
Aunque muchos países en África y América Latina siguen afrontando el incremento de casos por COVID-19 y el mundo continúa viviendo una pandemia, ya muchos países están reactivando sus economías y viviendo en la nueva normalidad. En este sentido, es importante planear la postpandemia, utilizando una herramienta que permita a los Estados continuar en el proceso de logro de los ODS y, de alguna forma, intentar retornar a los niveles de desarrollo prepandemia. Esa herramienta podría ser el Índice de Pobreza Multidimensional (IPM).
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