Tamang*, una mujer sin tierras de 56 años que pertenece a una casta indígena minoritaria, vive cerca de una remota selva en Nepal con su esposo, quien sufre de desnutrición y una discapacidad importante, y con dos nietas que asisten a la escuela. La mayor acaba de comenzar el séptimo grado.

Para vivir, recolecta y vende madera. Se levanta antes del amanecer, alimenta a las gallinas y luego camina a la selva para recolectar madera, casi siempre adentrándose en lo más profundo, lo que es muy inseguro debido a los animales salvajes. Después de cortar la madera, la lleva en sus espaldas al mercado, porque no tiene otro medio para transportarla. Si vende la madera, compra un poco de arroz y verduras para su familia y regresa a la casa alrededor de las 11 de la mañana. Después de preparar el almuerzo, vuelve a la selva para buscar el combustible que necesita para cocinar.

Tamang vive en una choza rudimentaria de una sola habitación y piso de tierra. No tiene baño y usa el pozo descubierto de su vecino para tener acceso a agua potable. Cuenta con electricidad, pero no tiene teléfono, refrigerador, televisor, ni siquiera una radio.

A pesar de los numerosos obstáculos, ella es feliz porque sus lazos familiares de afecto son fuertes. Piensa que la felicidad es algo que no se puede comprar en el mercado. Tamang es pobre según el IPM global. Ella vive con carencias en un 44,4% de los indicadores ponderados (vea la tabla a continuación).