Búsqueda

Moviendo la frontera de los datos sobre educación en las encuestas de hogares

21 julio, 2024

Por María Emma Santos, investigadora asociada de OPHI y Post-Doctoral Fellow del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), Argentina

La educación es una dimensión clave en la medición de la pobreza. No solo es valiosa en sí misma, sino que también permite alcanzar otros objetivos valiosos.

Desde una perspectiva de derechos, cumple un doble rol: es un derecho humano reconocido por sí mismo (desde 1948), pero, además, es un derecho humano habilitador.

La educación empodera a las personas para comprender el complejo mundo en el que viven y tomar decisiones más informadas en múltiples áreas de la vida: salud, educación, finanzas, planificación familiar, trabajo, por nombrar algunas. En otras palabras, permite a las personas tomar el control de sus vidas.

Cómo se mide actualmente la educación

La educación es una dimensión constitutiva del Índice de Pobreza Multidimensional (IPM) global introducido en 2010. En el IPM global, un hogar está privado en educación si ningún miembro del hogar en condiciones de haber completado seis años de educación lo hizo, o si algún niño en edad escolar no asiste a la escuela (hasta el octavo grado).

Todos los IPM nacionales desarrollados hasta ahora, que cubren más de 40 países en todo el mundo, incluyen una dimensión de educación. Los indicadores más comúnmente utilizados son los años de escolaridad y la asistencia escolar, aunque por lo general, definen umbrales más exigentes que el IPM global. Estos dos indicadores se incluyen en la mayoría de los IPM porque los datos necesarios para construirlos están disponibles en prácticamente todas las encuestas de hogares.

Los indicadores de logro y asistencia escolar proporcionan información fundamental por dos razones. En primer lugar, en muchos países, aún queda un largo camino por recorrer para lograr la matrícula universal en primaria y un camino aún más largo para lograr la cobertura universal en secundaria.

En segundo lugar, la escolarización es una condición necesaria para la alfabetización y el cálculo.

A pesar de esto, los indicadores de logro y asistencia escolares no capturan la calidad de la educación. Esto no es un problema menor. El Banco Mundial, en su Informe de 2018, destacó el problema de la pobreza de aprendizaje: “para millones, la escolarización no está produciendo suficiente aprendizaje. (…) A nivel mundial, 125 millones de niños no han adquirido una alfabetización funcional ni aritmética, incluso después de haber pasado al menos cuatro años en la escuela”.

La crisis de los aprendizajes no es exclusiva de los países pobres. Incluso en países con cobertura universal o casi universal, una proporción importante de niños escolarizados no logra habilidades mínimas de comprensión lectora: por ejemplo, 59% en Argentina, 43% en Uruguay y 69% en Egipto. Algunos de los países más pobres, como Zambia y Níger, por ejemplo, exhiben no solo altas tasas de privación escolar, sino también tasas extremadamente altas de carencia de aprendizajes (Zambia 15% y 98% respectivamente; Níger 33% y 85% respectivamente) (1). Las tasas de carencia de aprendizajes son aún más altas para los niños en edad escolar secundaria. En resumen, al observar indicadores que van más allá de la asistencia y los años completados de escolaridad, como los que evalúan capacidades cognitivas, las carencias educativas quedan de manifiesto en muchos países que obtienen valores bajos en el IPM global.

Además, para los países con valores más altos del IPM, las carencias en educación se revelan aún más crudamente.

IPM y bajo rendimiento

Fuente: Elaboración propia en base a datos de PISA 2018 (OECD) y del IPM (OPHI).

 

Capturando habilidades cognitivas

Sin embargo, recopilar datos sobre habilidades cognitivas en encuestas de hogares es un desafío. Esto porque, para ser precisos y relevantes, los datos deben estar recogidos a nivel individual. Lo anterior requiere tiempo e implica encuestar a todos los miembros del hogar (o al menos a todos los niños), con la complejidad adicional de que las habilidades cognitivas relevantes, naturalmente, varían con la edad.

No es coincidencia que la forma más común de evaluar las habilidades cognitivas hasta ahora haya sido a través de pruebas estandarizadas en la escuela.

Aunque son una fuente increíblemente valiosa de información, los datos de estas evaluaciones se refieren solo a niños en edad escolar. Además, no se pueden vincular fácilmente con encuestas de hogares y la cantidad de información sobre el hogar del niño y otros miembros del hogar es bastante limitada. Por lo tanto, sigue existiendo la necesidad de integrar alguna medida de habilidades cognitivas en las encuestas de hogares, lo que permitiría una medición más precisa de la pobreza multidimensional.

De hecho, las encuestas de hogares tienen el poder de integrar indicadores de diversas dimensiones en la misma herramienta, permitiendo la identificación de privaciones conjuntas. También tienen la ventaja de la regularidad.

Los datos para la medición de la pobreza multidimensional se enriquecerían enormemente con información sobre habilidades cognitivas, aunque sea a un nivel mínimo. Estos datos proporcionarían una nueva perspectiva sobre las carencias en educación en todos los niveles de desarrollo, facilitando un mejor diseño de políticas públicas.

Esta información serviría no solo para monitorear el primer ODS, sino también el cuarto, centrado en garantizar una educación inclusiva y equitativa de calidad y en promover oportunidades de aprendizaje para todos a lo largode la vida.

Durante los últimos años, se han diseñado metodologías de evaluación llamadas “evaluaciones dirigidas por ciudadanos” (CLAs por sus siglas en inglés) adecuadas al formato de las encuestas a hogares.

Las CLAs se han desarrollado e implementado con el objetivo de asegurar la inclusión de todos los niños, independientemente de su situación escolar.

Basándose en estas iniciativas, se propuso durante el taller de OPHI en febrero, el desarrollo de una ‘Herramienta de evaluación de habilidades cognitivas mínimas’ (MCS-AT por sus siglas en inglés) para niños y otra para adultos. La propuesta es evaluar a todos los niños en edad escolar y al adulto más educado del hogar, siempre y cuando este adulto no haya completado los años de educación equivalentes a una licenciatura.

Para los niños, proponemos utilizar el instrumento de evaluación del Informe Anual de Estado de Educación (ASER por sus siglas en inglés), desarrollado por el Centro ASER, establecido en 2008 como parte de la red Pratham en India. ASER fue la primera CLA (Red PAL).

ASER se puede administrar en papel, pero es adaptable. En la sección de lectura, comienza con el nivel de ‘párrafo’. Si el niño no está en ese nivel, el evaluador pasa al reconocimiento de palabras y, si esto tampoco funciona, pasa al reconocimiento de letras. Si el niño logra leer el párrafo, el evaluador pasa al nivel de ‘contar cuentos’.

De manera similar, la prueba de numeración comienza con el nivel de resta y, según el desempeño del niño, el evaluador baja o sube de nivel. El instrumento es fácil y rápido de administrar, tomando en promedio 10 minutos. La propuesta es implementar esta herramienta para niños de 8 a 12 años y, para evitar el llamado ‘efecto techo’, desarrollar una versión ligeramente más desafiante para niños de 13 a 17 años.

Si implementar la prueba ASER dentro de una encuesta a hogares multi-temática es inviable por razones de tiempo (y costo), la evaluación mínima deseable sería una prueba de fluidez, aunque esto omitiría la evaluación de habilidades numéricas.

Existe una fuerte evidencia de que el número de palabras correctas leídas por minuto se correlaciona estrechamente con la comprensión de lectura, y que los niños deben alcanzar una fluidez adecuada para comprender los extractos.

Para los adultos, la evaluación mínima de habilidades realizada debería incluir la alfabetización, como actualmente lo realizan DHS y MICS a través de la lectura de una frase en una tarjeta. Esto ciertamente es mejor que no hacer ninguna prueba. Sin embargo, la recomendación es intentar un enfoque más ambicioso que evalúe a los adultos en dos dimensiones clave: alfabetización en salud y alfabetización financiera, en alguna mínima medida. Un hogar en el que el adulto más educado no logre manejar estos problemas diarios básicos puede considerarse privado en educación.

Las preguntas que proponemos para la dimensión de salud se tomaron de cuestionarios de alfabetización en salud. Miden, por ejemplo, si la persona entiende el horario para tomar un medicamento según una receta médica. Las preguntas sobre alfabetización financiera se han tomado de la OCDE. Miden la comprensión de las implicaciones de la inflación en el poder adquisitivo de un individuo y la noción de que una cierta cantidad de dinero genera una tasa de interés.

Estas son propuestas preliminares que deben ser examinadas y probadas. Sin embargo, enfatizamos la importancia de que las agencias internacionales de desarrollo y las oficinas nacionales de estadística exploren estas posibilidades.

Cualquier avance en la recolección de datos a nivel de hogares sobre habilidades cognitivas, incluso a niveles mínimos, sería un gran avance en comparación con lo que se está recolectando actualmente, con el potencial de enriquecer sustancialmente los datos de pobreza multidimensional y el diseño de políticas públicas relacionadas.

 

 

(1) Estas estimaciones provienen del Banco Mundial (2018).

 

 

Este artículo fue publicado en Dimensiones 16

 

 

Education Multidimensional Poverty