Actualmente existe el consenso de que abordar la pobreza infantil es importante para romper los impulsores sociales y económicos de la pobreza a largo plazo y para reflejar la agenda de derechos humanos. De hecho, este compromiso se consagra en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Sin embargo, dicho consenso es reciente y no es universal. Hace tan solo tres años estaba debatiendo el tema con unos funcionarios gubernamentales que decían que “los niños no pueden ser pobres porque no trabajan”. Así pues, es importante no caer en la complacencia y seguir trabajando para mejorar los enfoques basados en evidencias y en la defensa de los derechos, como se explica más adelante en esta edición de Dimensiones.
Es importante medir la pobreza con una agenda política subyacente. Dicha medición debe permitirnos rastrear cuántos niños son pobres, la profundidad y gravedad de su pobreza y cómo estas cambian con el tiempo. Todas las medidas de pobreza deben tener una habilidad básica para hacer eso. Los cambios a lo largo del tiempo reflejarán tanto la influencia directa que tienen las políticas en los niños (mejorando su acceso a una educación de calidad, por ejemplo), como la influencia indirecta que tienen en los niños los cambios en el bienestar familiar agregado. La pobreza infantil refleja ambas cosas: por ejemplo, mejorar la posición económica de las mujeres normalmente aumentará los ingresos generales de los hogares, así como los gastos en bienestar relacionados con los niños. Por lo tanto, la pobreza infantil se basa en ver a los niños como particulares y diferentes en sus necesidades, pero también en identificar que se ven muy afectados por el bienestar material general del hogar. Eso significa que la medición debe captar estos aspectos de la pobreza infantil distintos entre sí y que sin embargo están interrelacionados.
La medición debe emplearse con el fin de reducir la pobreza infantil y debe formar parte de una estrategia general de reducción de la pobreza. Debe poder hacer dos cosas: primero, atribuir la reducción de la pobreza infantil a la reducción general de la pobreza y, segundo, capturar la reducción de la pobreza específica de los niños que es adicional a la reducción general de la pobreza.
¿Cómo encajan estos dos enfoques sobre la pobreza infantil en las dos formas de medir la pobreza – el enfoque monetario y el multidimensional?
Antes de abordar los detalles, es importante reconocer que no siempre es sencillo ajustarse a las definiciones existentes de pobreza. Algunas de ellas abogan por interpretaciones mucho más amplias de los derechos y las necesidades, para abarcar otros dominios sociales, psicológicos y espirituales del bienestar del individuo. Esto está bien para expandir los enfoques conceptuales del bienestar, pero para la reducción de la pobreza probablemente sea mejor, en primera instancia, alinear los enfoques con un concepto de bienestar material. En cualquier caso, la disponibilidad de datos de las encuestas existentes limitará el enfoque a lo que actualmente es identificable y medible. Pero puede que todavía haya que tomar decisiones entre el bienestar y la privación material: por ejemplo, los datos sobre la lactancia materna representan un dilema, ya que rara vez reflejan limitaciones materiales: tanto madres ricas como pobres no amamantan de forma exclusiva por diferentes motivos. Si una medida de pobreza infantil se basa en la incidencia de la lactancia materna, ésta pondrá una gran cantidad de “ruido” en una medida de pobreza que trata de rastrear el bienestar material.
La forma más sencilla de medir la pobreza infantil según los enfoques monetarios es a través del desglose por edad del total de incidencia de la pobreza. Este enfoque hace mucho tiempo que lo utilizan países de la OCDE y está asociado con políticas claras para abordar la pobreza infantil a través de impuestos, protección social y la prestación de servicios. Sin embargo, es importante que sea capaz de identificar la pobreza en términos de la población total que vive en hogares pobres. Lo digo porque todavía hay gobiernos que solo cuentan los hogares en sus medidas nacionales de pobreza monetaria y, por lo tanto, no pueden desglosarse por edad.
Los grupos de edad que se utilizan para informar sobre la pobreza dependen de la audiencia y/o del propósito. Según la Convención de los Derechos del Niño (CDN), los ODS y otras medidas consensuadas internacionalmente, significa informar sobre el total de niños de 0 a 17 años. Pero muchos otros enfoques internacionales utilizan la definición de niño de 0 a 14 años para alinearse con los perfiles de empleo. Los responsables de la formulación de políticas públicas deben centrarse en los grupos de edad que coincidan y reflejen el diseño de políticas públicas ya existentes: edad escolar, programación nutricional, atención médica, educación preescolar y programas de cuidado infantil. Conocer el alcance y la profundidad de la pobreza infantil puede entonces contribuir al diseño de programas de alimentación escolar, exenciones de pagos y de otros ámbitos de políticas públicas.
La medición debe emplearse con el fin de reducir la pobreza infantil y debe formar parte de una estrategia general de reducción de la pobreza.
Es posible observar a los niños dentro de sus hogares utilizando medidas de pobreza monetaria, si su estado de pobreza se utiliza para observar sus circunstancias individuales: ¿van en la escuela? ¿tienen mala salud o una nutrición pobre, por ejemplo? De hecho, es posible observar a varios niños dentro de sus hogares pobres para ver si todos los niños del hogar experimentan estas privaciones. Observar a los niños dentro de los hogares también es posible usando medidas de pobreza multidimensional a nivel del hogar. Sin embargo, el cálculo de la pobreza monetaria a nivel infantil rara vez es posible porque la mayoría de las encuestas no pueden captar fácilmente el consumo de los niños por separado. No obstante, es posible modelar los gastos de los hogares utilizando un enfoque de regresión basado en elementos de gasto que son específicos en los niños (como la ropa) para construir una medida “dentro del hogar” de la pobreza monetaria infantil. Estos cálculos han elevado el recuento de la pobreza infantil en Malaui y en Costa de Marfil. Sin embargo, distinguir la pobreza infantil por edad o por sexo dependería de un desglose detallado y atribuible de los gastos, que generalmente no es posible de hacer con las encuestas normales de gastos en los hogares.
La pobreza infantil en los países en desarrollo se consideró por primera vez de manera integral a través de la medición multidimensional en 2003. Este enfoque temprano de la medición multidimensional de la pobreza fue superado metodológicamente por los índices Alkire-Foster, pero sigue vigente en América Latina. Posteriormente, contribuyó en el análisis MODA, del cual se habla más adelante en esta edición de Dimensiones en el artículo “IPM y MODA: Aclarando las diferencias entre una herramienta de política pública y un instrumento de promoción”. Este legado es enormemente influyente y puede confundir tanto a los estadistas como a los responsables de la formulación de políticas públicas, ya que existen similitudes en el enfoque y la terminología que, sin embargo, ocultan diferencias muy importantes en cuanto a la robustez de las estimaciones y a su potencial de aplicación en la formulación de políticas públicas.
Dejando a un lado el legado, vemos enfoques de medición que reproducen la distinción entre el “desglose” de los niños en las medidas del hogar y una identificación separada de la pobreza a ‘nivel infantil’ que ya analizamos anteriormente para la pobreza monetaria.
Muchos países han introducido IPM nacionales o medidas similares (como el caso de México presentado más adelante en esta edición) para calcular la pobreza multidimensional nacional. A menudo, en estas medidas se incluyen indicadores sobre la asistencia escolar, la nutrición o la salud infantil que hacen que las medidas de pobreza para toda la población sean bastante sensibles hacia los niños. Pero estas medidas se calculan a nivel de hogar y muchos de los indicadores también son a nivel de hogar, como la calidad de la construcción de la vivienda y el acceso a los servicios públicos (electricidad, agua y saneamiento). Cuando desglosamos a la población que vive en pobreza multidimensional, vemos una representación excesiva de los niños, como suele ocurrir en las medidas de pobreza monetaria de los hogares, lo que se confirma en el cuadro mundial actualizado de la pobreza multidimensional infantil que se presenta en el próximo artículo de esta revista.
Muchos países también han implementado medidas de pobreza infantil a nivel individual. Esto es mucho más factible que el enfoque monetario análogo, ya que existen datos sobre las privaciones identificadas para cada niño. Pero las cuestiones relacionadas con la edad son mucho más importantes. Existen diferentes indicadores que son específicos de la edad del niño (el llamado enfoque del ciclo de vida), pero esto significa que muchos niños no tienen el riesgo de sufrir una privación específica (un niño no puede ser privado de asistir a la escuela si no tiene la edad suficiente para ir a la escuela, por ejemplo). Si estos indicadores se toman por separado, se deben calcular diferentes índices para diferentes grupos de edad, lo que da como resultado múltiples índices que son diferentes entre sí, así como diferentes del IPM nacional, lo cual dificulta su reporte y su construcción en una política coherente de reducción de la pobreza.
Una solución es hacer un análisis a través de indicadores y grupos de edad para calcular índices que examinen agregados de privaciones específicos de la población infantil. Además, hay muchos indicadores a nivel de hogares en los índices de pobreza multidimensional a nivel infantil (por ejemplo, la calidad de la construcción de las viviendas, el acceso a los servicios públicos y la información). Esto significa que la información en los IPM nacionales se duplica en los índices a nivel infantil, pero es tratada de manera diferente y puede conciliarse fácilmente con el índice nacional. El artículo “La construcción de una metodología de medición de la pobreza infantil para orientar las políticas públicas” en esta edición de Dimensiones describe cómo identificar y especificar por separado los indicadores a nivel infantil y agregarlos al índice nacional para producir una nueva ‘versión de pobreza infantil’ utilizando un conjunto ampliado de datos únicamente sobre niños. Este enfoque reconcilia los problemas de datos ‘específicos de una edad’ y ‘a nivel del hogar’ de un índice de nivel infantil. Si se hace así, esto permite que el índice de nivel infantil resultante replique el índice nacional y sea a su vez adicional para analizar la pobreza infantil por separado. Este enfoque puede considerar temas de pobreza infantil directa e indirecta de forma consistente. No es perfecto, pero es probablemente menos imperfecto que los índices múltiples e inconsistentes.
¿Cuál es la pregunta para la comunidad preocupada por la medición de la pobreza multidimensional? ¿Se trata de encontrar el enfoque correcto para la medición de la pobreza multidimensional infantil, o de qué funciona mejor dentro de un conjunto de medidas para permitir la identificación de la pobreza infantil en términos directos e indirectos? El objetivo indudablemente debería ser triangular la pobreza infantil a través de medidas monetarias y multidimensionales de manera que ayude a los responsables de formular políticas públicas a precisar cómo responder ante ella y cómo prevenirla. Este es un objetivo mucho más pragmático que simplemente tener una medida implementada que les permita marcar una casilla en la lista de requisitos de informes estadísticos de los ODS.
No existe un argumento válido sobre si un enfoque cumple con un enfoque basado en derechos y el otro no: ambos pueden y ambos lo hacen. Pero un énfasis en o una interpretación diferente de las obligaciones de los derechos de los niños ayudaría: una interpretación empírica aplicada del Artículo 2 del CDN – actuar en el mejor interés del niño – puede apuntar a un enfoque más pragmático y aplicado que también dé como resultado un cálculo más sólido y consistente de la pobreza multidimensional a nivel infantil; que se adapte a diferentes poblaciones y enfoques y permita a los responsables de la formulación de políticas públi- cas especificar y evaluar con mayor claridad los pro- gramas de reducción de la pobreza infantil. Los ejemplos de México y las reflexiones de Panamá sobre este tema en esta edición de Dimensiones muestran claramente que tal enfoque es posible, factible y que tiene beneficios reales para las políticas públicas.
Original en inglés. Traducción de Helena Martínez.
Este artículo fue publicado en Dimensiones 7.