Hace casi 250 años, en 1776, el filósofo social Adam Smith argumentó en “La riqueza de las naciones” que la riqueza o la pobreza de una persona solo pueden evaluarse en términos de las normas y estándares predominantes durante el período en el que vive. Smith dio el ejemplo de una persona que no podía permitirse un par de botas de cuero y una camisa de lino, dos artículos de ropa estándar en la Inglaterra del siglo XVIII. Tal persona, argumentó, estaría gravemente privada porque no podría participar en la sociedad sin enfrentar estigmas. Siglos después, en 1983, el economista y premio Nobel Amartya Sen argumentó que la participación en la sociedad sin experimentar vergüenza o humillación podría ser una libertad universalmente valorada, una categorización que Sen generalmente es reacio a hacer.
Las conexiones sociales refieren a la ausencia no solo de la soledad y el aislamiento, sino también a factores como la vergüenza y el estigma. Hoy en día, hay un reconocimiento creciente de que este concepto es una base importante para el florecimiento de las personas y que está profundamente interconectado con otros aspectos de la pobreza multidimensional, como el nivel de vida y la salud.
El interés por medir conexiones sociales está creciendo. Sin embargo, el trabajo de integrar tales indicadores en los Índices de Pobreza Multidimensional (IPM) apenas está comenzando. En base al trabajo de Kim Samuel, Diego Zavaleta, China Mills y sus colegas de OPHI, postulamos que un individuo está privado en conexiones sociales cuando experimenta una ‘calidad y cantidad inadecuadas de relaciones sociales con otras personas en los diferentes niveles donde tiene lugar la interacción humana (individual, grupal, comunitaria y el entorno social más amplio)’.
Este concepto de conexiones sociales incluye factores como la vergüenza y la humillación y se extiende más allá de lo interpersonal, relacionándose con unidades sociales más grandes, como comunidades u organizaciones laborales.
Hasta la fecha, solo Chile ha incluido un indicador de conexiones sociales en su IPM nacional. Aun así, agencias de los gobiernos de Estados Unidos y el Reino Unido, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) han emprendido acciones con miras a la medición de las conexiones sociales. Hoy en día, están emergiendo preguntas relevantes en varias encuestas a comunidades, barómetros sociales y escalas clínicas.
Diego Zavaleta, Kim Samuel y otros han propuesto un módulo de preguntas para estimar el nivel de conexiones sociales de un individuo por medio de del aislamiento social interno (como la satisfacción con las relaciones sociales, los hábitos relacionales, los sentimientos de pertenencia, la soledad o la confianza) y el aislamiento social externo (frecuencia de contacto social, presencia de compañeros de diálogo, red y apoyo social, reciprocidad y voluntariado, entre otros factores).
Hay tres cuestiones metodológicas principales que deben superarse para avanzar en esta área. En primer lugar, todavía se carece de un consenso respecto de la definición de conexiones sociales.
En segundo lugar, diferentes poblaciones y subpoblaciones perciben sus experiencias de conexión de diferentes maneras.
En tercer lugar, las herramientas utilizadas para medir las conexiones sociales a menudo son incomparables. Mientras que, por ejemplo, algunas herramientas miden sentimientos subjetivos de soledad (el dominio emocional), otras evalúan la percepción de apoyo social (el dominio social).
Hemos identificado varias mejores prácticas para avanzar en el desarrollo y medición de la dimensión de conexiones sociales con el fin apoyar la expansión de este importante trabajo.
Para identificar de mejor manera cómo factores como el estigma y el género se manifiestan en los datos, recomendamos baterías de ítems múltiples en lugar de mediciones en base a un solo ítem.
Los indicadores de conexiones sociales deben incluir preguntas relacionadas con condiciones externas (el número tácito de interacciones en las que participa un individuo) y circunstancias internas (la satisfacción subjetiva experimentada por un individuo respecto de su situación social).
Para minimizar la carga excesiva sobre quien aplica la encuesta, los módulos de conexiones sociales deben tomar menos de un minuto en administrarse.
Aunque la investigación sugiere que las tecnologías digitales podrían jugar un importante rol en la promoción de las conexiones sociales, la evidencia aún es inconclusa a escala poblacional. Recomendamos un enfoque centrado en las conexiones sociales que ocurren en persona.
Basándonos en estas recomendaciones, proponemos la siguiente lista preliminar de preguntas para capturar las conexiones sociales duraderas:
Conectividad externa/estructural:
Pregunta 1: ¿Con qué frecuencia tiene contacto con familiares, amigos o vecinos que no viven con usted?
1. Todos los días 2. Varias veces a la semana 3. Una vez a la semana 4. Cada 2-3 semanas 5. Una vez al mes o menos 6. Nunca
Conectividad interna/funcional:
Pregunta 2: ¿Con qué frecuencia se siente solo/a o aislado/a?
1. Casi nunca 2. Algunas veces 3. A menudo
Apoyo social:
Pregunta 3: ¿Tiene amigos o familiares con quiénes pueda contar en momentos de dificultad?
1. Sí 2. Probablemente 3. Probablemente no 4. No
A medida que crece la conciencia global sobre la importancia de las conexiones sociales para la salud, el bienestar y otros elementos del desarrollo humano, se abre la oportunidad de integrar estos indicadores en el IPM. El momento es propicio para una nueva investigación sobre conexiones sociales que pueda informar la política pública, la medición y la práctica.
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