Costa Rica dio un paso trascendental en su lucha por identificar y atender de una mejor manera a la población más vulnerable del país al oficializar, en octubre del año 2015, el Índice de Pobreza Multidimensional, que llevó al país de Centroamérica plantearse la utilización de cinco dimensiones que abarcan lo que se conocerá como la multidimensionalidad de la pobreza.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Iniciativa sobre Pobreza y Desarrollo Humano de Oxford (OPHI) han trabajado conjuntamente para estudiar de qué forma los Índices de Pobreza y de Vulnerabilidad Multidimensional (IPM e IVM) podrían utilizarse, si es que ya no lo han sido, en la elaboración de planes, políticas públicas e intervenciones de carácter equitativo para la preparación, la respuesta y la recuperación de las emergencias sanitarias. El presente artículo resume algunas de las principales conclusiones de dicha colaboración, que se basó principalmente en las aplicaciones de los IPM y los IVM por parte de varios participantes de la Red de Pobreza Multidimensional (MPPN) durante la pandemia de COVID-19.
Iván Ojeda, licenciado en Administración por la Universidad Nacional de Asunción y especialista en Gobernabilidad, Gerencia Política y Gestión Pública por George Washington University, es el primer director del recién creado Instituto Nacional de Estadísticas de Paraguay. Al aceptar este nombramiento, Ojeda se hizo cargo de un doble desafío: fundar esta nueva institución y apoyar el proceso de elaboración del nuevo Índice Nacional de Pobreza Multidimensional (IPM) en Paraguay. En esta entrevista nos habla sobre los principales retos en la creación del IPM de Paraguay y de su importancia para las políticas públicas.
La pandemia del COVID-19 se desató por el mundo de forma sorpresiva. En Sudáfrica, el primer caso de COVID-19 se registró en febrero de 2020. Al mes siguiente, el Presidente de la República declaró el estado de desastre nacional en el país, y, a fin de marzo, Sudáfrica comenzó una estricta cuarentena. La pandemia del COVID-19 amenazaba con provocar efectos devastadores en Sudáfrica, especialmente en las comunidades más vulnerables. Se requería de una respuesta focalizada para saber dónde se encontraban las poblaciones que se verían más afectadas por el COVID-19. Para ello, se inició una investigación con miras a identificar a las personas en riesgo múltiple, y desarrollar una herramienta de visualización geográfica[1].