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La construcción de una metodología de medición de la pobreza infantil para orientar las políticas públicas

15 agosto, 2019

Por Ana Vaz (Oficial senior de investigación de OPHI), Christian Oldiges (Codirector de medición y políticas sociales de OPHI) y Sabina Alkire (Directora de OPHI).

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Los niños son especialmente vulnerables a la pobreza. La pobreza tiene una incidencia mayor entre los niños que entre los adultos y esta experiencia durante la infancia puede tener efectos negativos que perduran a lo largo de la vida. La Agenda 2030, en particular el objetivo 1.2 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), requiere información sobre la pobreza multidimensional entre los niños. Si bien lo más frecuente es que esta información se obtenga al desglosar por edades el Índice de Pobreza Multidimensional (IPM), también podría basarse en una medida independiente de pobreza infantil*.

Seguimiento de la pobreza infantil según medidas nacionales

Muchos países ya monitorean la pobreza multidimensional utilizando sus IPM nacionales. Estos índices nacionales definen el estado de pobreza en función de un conjunto de indicadores, que generalmente incluyen algunos relacionados con logros infantiles (por ejemplo, un hogar presenta carencias en asistencia escolar si al menos hay un niño en edad escolar que no asiste a la escuela) y otros indicadores que reflejan características del hogar que afectan las oportunidades de vida de los niños (por ejemplo, saneamiento adecuado y agua potable). La pobreza infantil se puede medir desglosando el IPM nacional por grupos de edad, lo que implica identificar como pobres a los niños que viven en hogares pobres. Hasta la fecha, este desglose ha demostrado ser muy potente. En primer lugar, muestra que en general la pobreza es más alta entre los niños que entre otros grupos. También muestra de qué modo los niños son pobres, es decir, que las carencias que tienden a experimentar tienen una com- posición diferente .

Estas medidas nacionales podrían mejorarse, en al- gunos casos, para proporcionar una herramienta más sólida para el diagnóstico y la realización de políticas públicas para combatir las carencias individuales en los niños. El proceso de enriquecer tales medidas de pobreza consiste en ampliar los indicadores basados en los logros de los niños, por ejemplo, ir más allá de la nutrición y la asistencia a la escuela, e incluir el trabajo infantil, el matrimonio precoz y la vacunación. Además, los microdatos utilizados para estimar el IPM nacional también se pueden utilizar para analizar los patrones de las carencias infantiles dentro del hogar que se reflejan en el IPM nacional.

Metodologías para medir la pobreza infantil

Otro enfoque posible para reflejar la pobreza infantil es construir una medida independiente que pueda revelar las carencias que afectan de manera diferente a los hermanos de distintas edades o sexos dentro de la misma familia. En la literatura hay algunos ejemplos de metodologías para medir la pobreza infantil. Las más destacadas son el Bristol Approach y el Análisis de las Privaciones Múltiples Superpuestas o MODA por sus siglas en inglés. Ambos métodos definen la pobreza infantil como la suma de los derechos del niño que no se han cumplido. Por un lado, el vínculo de las variables de las medidas con los estándares internacionales acordados, como la Convención sobre los Derechos del Niño, hace que sean fáciles de justificar y, por lo tanto, las hace especialmente atractivas para fines de promoción. Por otro lado, algunos requisitos axiomáticos de estas metodologías podrían dificultar su utilidad para orientar la formulación de políticas.

La Agenda 2030, en particular el objetivo 1.2 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), requiere información sobre la pobreza multidimensional entre los niños.

Un requisito que podría ser particularmente problemático es el agregado de indicadores en subíndices dimensionales utilizando el “enfoque de unión”. En este paso, utilizado en MODA, un individuo se identifica como privado subíndice dimensional si presenta carencias en al menos uno de los indicadores de esa dimensión. La desventaja del enfoque de MODA es que, al desglosar el índice por dimensión para ver la composición de la pobreza, no podemos ver en realidad cuál de los indicadores combinados en esa dimensión está impulsando el nivel de carencia. Esta pérdida de información hace que sea difícil identificar respuestas adecuadas en términos de políticas públicas y hacer un seguimiento del progreso. Por ejemplo, supongamos una medida en la que una niña presenta carencias en el derecho a la salud al no estar vacunada o si no tuvo un parto asistido al momento de nacer. En estas circunstancias, los formuladores de políticas públicas que enfrentan un alto nivel de carencias en salud no sabrán si deben diseñar intervenciones que tengan como objetivo aumentar la vacunación o mejorar el acceso a un parto asistido, o apuntar a ambos objetivos.

Otro requisito rígido es el de ponderar de igual manera las dimensiones y los derechos, y no ponderar la falta de derechos. La ponderación equitativa de los derechos es una herramienta normativa útil. Sin embargo, la agrupación e identificación de los indicadores con los derechos del niño es en sí un tema de discusión continua a nivel nacional, y la combinación de este requisito con los subíndices dimensionales basados en el enfoque de unión puede dar resultados extraños. Por ejemplo, el requisito de ponderaciones iguales podría llevar a situaciones en las que dos carencias con niveles dispares de impacto en el bienestar de los niños tengan la misma importancia en la identificación de un niño como pobre. En algunas medidas MODA, la “propiedad de un dispositivo de información”, es decir, el indicador que captura el acceso a la información, se considera tan importante como la asistencia a la escuela y el logro escolar, es decir, los indicadores que capturan el derecho a la educación. En estas circunstancias, si el 10% de los niños no asiste a la escuela (únicamente) y el 10% no tiene teléfono celular (únicamente), será mucho más barato repartir teléfonos celulares, y hacerlo tendría el mismo impacto en la medición de la pobreza que insertar ese 10% de niños en la escuela. Además, este requisito de ponderación se puede utilizar para excluir indicadores como el trabajo infantil, que pueden considerarse relevantes para medir la pobreza infantil, pero no corresponden a un derecho del niño.

IPM nacional más un IPM-I “vinculado”

El método Alkire-Foster, la metodología que subyace a todas las medidas nacionales y oficiales de pobreza multidimensional existentes, puede usarse para construir medidas de pobreza específicas para niños.

Al basar las medidas de pobreza nacionales y las específicas para niños en el método Alkire-Foster se facilita su creación, porque los mismos expertos pueden diseñar ambas medidas con confianza, e interpretarlas, porque las partes interesadas están familiarizadas con la metodología del IPM. Sin embargo, al tener dos medidas separadas, con indicadores diferentes, se crean desafíos para la comunicación y las políticas públicas. Por ejemplo, ambas medidas pueden incluir agua y saneamiento, pero agrupadas en diferentes dimensiones y con diferentes recomendaciones de políticas públicas asociadas. ¿Cuál se va a utilizar en el país? Además, podría ser difícil para el ministro de Planificación memorizar y explicar las 4 dimensiones y los 14 indicadores del IPM nacional y además las 7 dimensiones y los 12 indicadores del IPM infantil a un periodista que quiera escribir sobre la pobreza.

Para minimizar la confusión y maximizar la contribución potencial del IPM a las políticas, es más sencillo vincular los IPM nacionales e infantiles. En particular, proponemos que los países construyan un IPM-I “vinculado” al extender el IPM nacional incluyendo las carencias específicas de la infancia. Este IPM-I “vinculado”, definido en el nivel infantil, incorpora exactamente las mismas dimensiones e indicadores que el IPM nacional, más una dimensión relacionada con la infancia. La nueva dimensión infantil tiene indicadores apropiados para la edad que rastrean las carencias individuales de cada niño. Los indicadores a nivel del hogar del IPM nacional capturan las carencias de los niños asociadas a su entorno, mientras que los indicadores a nivel individual en la dimensión infantil capturan directamente la situación individual del niño.

Cuando se sigue esta estrategia de medición vinculada y simplificada, es natural que la identificación de los niños pobres se base en la identificación utilizada en la medida nacional. En otras palabras, el IPM-I “vinculado” identifica de manera inherente como pobres a los niños que viven en hogares pobres, los mismos niños que se identificarían como pobres al desglosar la medida nacional por grupos de edad. Pero además, el IPM-I “vinculado” permite visualizar a los niños con altos niveles de carencias que viven en hogares que no son pobres y, por lo tanto, no son pobres si se miden exclusivamente con las mediciones nacionales.

Para obtener este resultado intuitivo, la ponderación de los indicadores y el umbral de pobreza del IPM-I “vinculado” se establecen de manera que los niños que viven en hogares pobres se identifiquen como pobres. La tabla 1 muestra un ejemplo de la estructura de un IPM nacional, lado a lado con un IPM-I “vinculado”. El IPM nacional incluye 10 indicadores e identifica como pobres a aquellos que sufren carencias en al menos un tercio de los indicadores ponderados. El IPM-I “vinculado” agrega una cuarta dimensión, con dos indicadores infantiles específicos. La ponderación de los indicadores del IPM-I “vinculado” y el umbral de pobreza de un cuarto aseguran que aquellos niños que se sufren carencias en al menos un tercio de los indicadores a nivel del hogar, que corresponde a un cuarto de los indicadores ponderados del IPM-I, se identifiquen como pobres. Además, esta estructura de ponderación y el umbral de pobreza aseguran que los niños que sufren carencias en ambos indicadores infantiles específicos, pero en ninguno de los indicadores a nivel del hogar, también se identifiquen como pobres, al igual que los niños privados de un indicador infantil específico más un pequeño grupo de indicadores a nivel del hogar.

Al tener una medida de pobreza multidimensional nacional más una medida infantil específica les permite a los gobiernos recopilar información sobre la pobreza en general, así como centrarse en la situación particular de los niños. El análisis de un IPM-I “vinculado” a un IPM nacional proporciona información valiosa para la creación de políticas públicas. Primero, identifica a los niños pobres que viven en hogares que no son pobres según el IPM, así como a las carencias infantiles adicionales que tienen los niños que viven en hogares pobres según el IPM. En segundo lugar, ilumina la situación dentro del hogar, y muestra si todos los niños que viven en un hogar son pobres o solo algunos. En tercer lugar, muestra cómo la pobreza infantil varía según la edad y el sexo del niño de una forma compacta y fácil de comunicar.

Además, un IPM-I entrega información de una forma compacta y fácil de comunicar, que se basa y profundiza el análisis de un IPM nacional, y crea mensajes de política pública integrados y sinérgicos.

*Este artículo se basa en el OPHI Working Paper 127 “The State of Multidimensional Child Poverty in South Asia: A Contextual and Gendered View”.

 

Original en inglés. Traducido por Adriana Latrónico.

Este artículo fue publicado en Dimensiones 7.

 

 

Chidren Children Multidimensional Poverty Sabina Alkire