Un ejercicio de simulación de los efectos de COVID-19 en el país de Asia del sur arrojó disrupciones socioeconómicas y graves amenazas para la salud de una población ya golpeada por la inseguridad alimentaria y la falta de saneamiento adecuado. Según el análisis, la incidencia de la pobreza multidimensional de Afganistán podría aumentar de 51,7% a 73,5%.
Ampliar el acceso a una fuente de agua limpia, como parte de la respuesta sanitaria, y mejorar la infraestructura y la oferta de servicios básicos, son algunas de las medidas urgentes que se necesitan en Afganistán para afrontar la pandemia por COVID-19, en un país donde la pobreza multidimensional afecta a más de la mitad de la población.
Esta es una de las recomendaciones que arrojó el análisis de los efectos del virus sobre la pobreza multidimensional en Afganistán, realizada por la Iniciativa sobre Pobreza y Desarrollo Humano de Oxford (OPHI) de la Universidad de Oxford, y personal de UNICEF en ese país. Utilizando los datos de la Encuesta sobre las condiciones de vida de Afganistán de 2016/17, los investigadores llevaron a cabo dos tipos de análisis. En el primero, tomando como base el Índice de Pobreza Multidimensional de Afganistán (ver recuadro), analizaron los niveles de vulnerabilidad de la población con el propósito de describir la posible amenaza inmediata para la salud de la pandemia. Un segundo análisis, a través de microsimulaciones, examinó las disrupciones socioeconómicas generadas por las medidas necesarias que se han establecido para reducir la tasa de contagio.
En relación con las amenazas a la salud por COVID-19, es importante advertir que la realidad del país de Asia del sur presenta alarmantes condiciones de base que hacen más preocupante la expansión del virus, como la inseguridad alimentaria (solo la provincia de Baghlan representa una excepción, ya que no se da la proporción de dos dígitos de personas que viven en hogares que están privados de estos insumos, como en el resto del país), la ausencia de saneamiento adecuado, de una fuente segura de agua potable y de acceso a combustible para cocinar limpio.
Así es como 8 de cada 10 personas adultas se enfrentan en el país al menos a una de estas privaciones. Solo en la provincia de Kabul es algo mejor la situación que en la mayoría de las provincias –5 de cada 10 personas viven con al menos un factor predisponente–, ya que en la mayoría de las otras provincias es 8 y 9 de cada 10 personas.
Pero la situación más alarmante la viven los niños de Afganistán, porque 9 de cada 10 enfrentan al menos a una de estas privaciones, y en promedio, los niños de 0 a 17 años son quienes soportan la carga más alta en todos los factores predisponentes individualmente, en comparación con todos los demás subgrupos de la población.
La mayoría de los habitantes en riesgo es pobre multidimensionalmente, aunque, una vez más, como proporción, los niños son quienes soportan la mayor carga.
El 75,5% de la población de Afganistán vive en hogares en los que todos los miembros trabajadores ocupan un puesto laboral vulnerable, caracterizado por arreglos informales y tenencia insegura.
Las disparidades subnacionales son más visibles en términos de alto riesgo por COVID-19. En Kabul, 1 de cada 1.000 personas está en alto riesgo por el virus, pero más de 1 de cada 4 personas se enfrentan a esa situación en Badghis, Daykundi, Ghor y SAR-e-Pul. Esto también ocurre con más de 3 de cada 10 personas en Nooristán y, lo que es más preocupante, con 4 y 5 de cada 10 personas en Urozgan y Samangan, respectivamente.
El 75,5% de la población de Afganistán vive en hogares en los que todos los miembros trabajadores ocupan un puesto laboral vulnerable, caracterizado por arreglos informales y tenencia insegura. Se trata de empleos inestables, con ingresos inadecuados, de baja productividad y con ausencia de redes de seguridad.
Estos trabajadores no cuentan con una protección contra la pérdida de ingresos durante las dificultades económicas. Al ser claves en sus familias, estas personas hacen parte de la población que puede estar en mayor riesgo de sufrir las alteraciones socioeconómicas negativas generadas por COVID-19.
Además, si persisten las privaciones de trabajo simultáneas en forma de desempleo, el efecto de los jóvenes que no estudian ni trabajan y una alta tasa de dependencia (menos de 1 miembro del hogar trabaja por cada 6 personas), la incidencia de la pobreza multidimensional de Afganistán podría aumentar de 51,7% a 73,5%.
Asimismo, alrededor de 11,9 millones de personas podrían ser privadas de seguridad alimentaria. Si estas personas no pueden volver a la situación de no privación, la incidencia de la pobreza multidimensional podría aumentar 10 puntos porcentuales, pasando de 51,7% a 61,4%.
Los niños no quedan tampoco indemnes en este sentido. Se calcula que, entre los 6 y 18 años, la privación de asistencia escolar podría aumentar de 5,6 a 9,7 millones. Esto es no es menor: si estos niños no pueden volver a la escuela, la incidencia de la pobreza multidimensional podría aumentar hasta 60,9%.
Ante la alta incidencia de la pobreza multidimensional en Afganistán, los autores de este informe elaboraron recomendaciones sanitarias y socioeconómicas, luego de simular cinco escenarios que representan diferentes dinámicas de deterioro del bienestar. Cada uno de estos escenarios consiste en asignar identificadores aleatorios a subgrupos de población cuidadosamente seleccionados y luego activar privaciones simuladas en los indicadores pertinentes. Se aplicó este procedimiento en cada provincia para capturar efectos particulares y luego deducir el efecto a nivel nacional.
Entre las principales recomendaciones podemos destacar que consideran que “es importante ampliar los servicios de agua como parte de la respuesta sanitaria.
Estos servicios deben tener como objetivo proporcionar la oportunidad a las personas de lavarse constantemente las manos y prevenir la infección”, afirman. Para poner en marcha aquello, “el gobierno central debe considerar importantes heterogeneidades a nivel de la provincia y planificar estrategias específicas, dados los recursos de cada región. Asimismo, es necesario diseñar e implementar acciones estrechas y oportunas, coordinadas entre los gobiernos centrales y locales”.
“En combinación con estas políticas preventivas de emergencia, es necesario garantizar que las políticas de cuarentena y de distancia social sean eficaces, ya que se protege a las personas de caer en la pobreza multidimensional”, resaltan.
Para asegurar la eficacia, la Iniciativa sobre Pobreza y Desarrollo Humano de Oxford (OPHI), Universidad de Oxford y Unicef Afganistán, estima “necesario considerar medidas de protección social, incluidas las subvenciones en efectivo durante todo el período de cuarentena, para salvaguardar el bienestar general de la población afectada”, porque “la pobreza multidimensional podría elevarse si los niños no regresan a las escuelas; o si las personas se enfrentan a la inseguridad alimentaria de manera regular; y si es que muchos trabajadores, ya muy precarios, experimentan un mayor deterioro de sus condiciones laborales”, concluyen.
El Índice de Pobreza Multidimensional de Afganistán (IPM-AF) se lanzó el 31 de marzo de 2019 con el objetivo de medir la pobreza multidimensional en el país y entregar información clave para la creación de políticas públicas efectivas. El IPM-AF se calcula utilizando la Encuesta de Condiciones de Vida de Afganistán y consta de cinco dimensiones y 18 indicadores que fueron seleccionados en un proceso de consulta con los responsables políticos de alto nivel en el país y expertos técnicos. Una persona se identifica como pobre si está privada en al menos el 40% o más de las dimensiones o indicadores ponderados.
Este artículo fue publicado en Dimensiones 10.